Un trago para el camino (One for the road, 1958)
Autor: Fredric Brown
Colección: Caballo Negro Crimen
Edita: Bruguera, Barcelona, 1966
Mayville es un pueblito pequeñísimo en el medio de Arizona donde raramente pasa algo. Y mucho menos un asesinato… hasta que encontraron a Amy Waggoner desnuda en su cama, con una puntada a la altura de su corazón. Amy llevaba solo un mes en Mayville pero se había ganado una sólida reputación como alcohólica, emborrachándose cada noche en los bares del pueblo.
Bob Spitzer era el único redactor del periódico del pueblo, varado allí por un contrato leonino en un trabajo mal pagado, cuando ocurrió el asesinato. En el libro seguimos su investigación para descubrir al asesino. Que no diremos quién es pero daremos una pista: si aplicamos lo que yo llamo el “Principio Agatha Christie de Resolución de Enigmas Criminales” (“Todo personaje interesante y que parece particularmente inocente será el culpable al final”), no queda la menor duda de quién mató a Amy mucho antes de llegar a la primera mitad del libro.
Porque, realmente, como novela criminal, este no es uno de los mejores trabajos de Brown. Hay un par de sospechosos que evidentemente no lo son, un par de pistas falsas que se desinflan enseguida y un final que necesita de una casualidad portentosa para resolverse.
Pero aunque la trama no es nada del otro mundo (y hasta un poquito menos si se quiere), Brown compensa con su fabulosa descripción de la vida en un pequeño poblado, sus ritmos cansados y sus personajes típicos muy bien construídos. De hecho, la novela despide un tufillo autobiográfico, porque Brown fue durante mucho tiempo periodista de periódicos en pequeños poblados de esa zona. Incluso el prodigioso consumo de alcohol que Spitzer tiene en la novela es similar al del propio autor (que tuvo problemas con la bebida). Los pequeños detalles de la vida cotidiana en un pueblo chico de esa zona de Yanquilandia en esos años están asombrosamente realizados. Como novela costumbrista oculta, Un trago para el camino es una revelación. El autor capta con tanta fidelidad el ambiente local que uno se olvida de que hay un crimen que Solucionar. Y sumémosle algunos toques de sexo y violencia, con una escena memorable donde el protagonista fuma marihuana, y tenemos un libro que, sin ser rompedor, se hace de lectura entretenidísima, mucho mejor de lo que se puede creer en su descripción realista de un lugar en un momento determinado.
Este es un trabajo menor dentro de la obra de Fredric Brown. Pero incluso sus menores trabajos son (en mi opinión para nada imparcial ya que soy un confeso fan) mejores que muchas otras novelas policiales. Vale la pena siempre leerlo. Se los aseguro.
5 comentarios
roberto -
Alejandro Schell -
Perpento -
Pues habrá que leerle.
roberto -
Perpento -